miércoles, 28 de mayo de 2014

Consagración episcopal III


Cuando terminan la “Letanía de los Santos”, el elegido camina hasta la sede, y se arrodilla frente al papa. El Santo Padre, de pie y con mitra, le impone las manos sin decir nada. Tras ello, el elegido hace lo mismo con los dos obispos co-consagrantes. Recordemos que se requieren tres obispos para consagrar a alguien en el episcopado. Si hay más obispos presentes, todos le imponen las manos.

Tras lo anterior, el elegido se pone de rodillas en el lugar en el que se postró, frente al altar. Los diáconos que lo asisten y que entraron detrás de él en la procesión se acercan y colocan el Evengeliario abierto sobre su cabeza. Es un símbolo de que la verdad del evangelio debe iluminar los pensamientos del obispo.

Cuando ya tiene el Evangeliario sobre su cabeza, el Santo Padre pronuncia la oración consagratoria, cuya parte principal dice: “Infunde ahora sobre este tu elegido la fuerza que de ti procede: el Espíritu de gobierno que diste a tu amado Hijo Jesucristo, y él, a su vez, comunicó a los santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia como santuario tuyo en cada lugar para gloria y alabanza incesante de tu nombre.” Esta parte la dicen los tres obispos consagrantes.


Terminada la oración consagratoria, el nuevo obispo se dirige nuevamente a la sede. El Santo Padre le unge la cabeza con el Santo Crisma. No unge las manos como en la ordenación presbiteral, sino la cabeza, como señal de la consagración de todo el ser. Mientras hace esto le dice: “Dios, quien te ha hecho partícipe del sumo sacerdocio de Cristo, derrame sobre ti el bálsamo de la unción y, con su bendición haga fecundo tu ministerio”.




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